Taller de moda en la cárcel. Es uno de los frutos de las “Tramas de libertad” que han unido a la prisión de Como con la escuela Oliver Twist, con un grupo de empresas de moda y con una estilista neoyorquina. El resultado está a la vista de todos.
Laura, nombre ficticio de una de las presas, es peruana, tiene cuarenta años y hoy ha invitado a su hermana y a su sobrino, que se sientan en la fila reservada, delante de los funcionarios de prisiones y justo detrás de las autoridades.
Las “Tramas de libertad”, que dan nombre a un proyecto de colaboración entre la escuela Oliver Twist de Cometa y la junta de distrito de Como, celebran su jornada de clausura y unen, por una tarde, a muchas de las personas implicadas de alguna forma en la iniciativa. Son tramas entretejidas con las hermosas telas con que se han confeccionado las prendas que se muestran tanto en la exposición como en el desfile, en el que participan las presas e incluso una agente de policía.
Las mismas tramas que durante tres largos meses han unido a los chicos de cuarto curso de la escuela textil con ocho presas. Gracias a una idea de Erasmo Figini, promotor de la escuela, y de la estilista neoyorquina Kirsten Randolph, residente en Como, los chicos han cruzado el umbral de la cárcel y han conocido a estas mujeres, a las que han tratado como las clientas ideales de su sastrería ideal, ésa que podrían poner en marcha una vez que consigan su titulación profesional.
Acompañados por sus maestros, han recogido los pedidos de estas mujeres, venciendo sus reticencias iniciales. Provocados por los sueños de elegancia de sus clientas, volvieron a la prisión al cabo de unos días con sus diseños y algunas muestras de tejidos que buscaron en las tiendas de Lisa, empresa líder en el sector que exporta desde Como tejidos a todo el mundo y que apoyó desde el principio este proyecto.
Era el momento de que las clientas eligieran los tejidos para después llegar al siguiente paso: los accesorios. Más empresas asociadas y más decisiones: zapatos, bolsos, joyas... Entre esas pesadas puertas que se abren y se cierran, el estruendo de los pernos y el tintineo de las llaves de los agentes, el taller de Cometa, al cabo de tres meses, toma vida. Los alumnos, cada vez más profesionales; y estas mujeres, cada vez más espontáneas y exigentes, cada vez más ellas mismas, dejando emerger su feminidad, que la rutina penitenciaria estaba ahogando entre el chándal y el abandono.
Un ir y venir que empezó con temor a la diferencia y con desgana, y que termina hoy con satisfacción, entusiasmo, osadía. Por fin, todos –profesores, alumnos, clientes, empleados, educadores y autoridades– se reúnen en el aula magna de la Oliver Twist. Está abarrotada y se percibe un sentimiento de alegría propio de las cosas bellas y difíciles que llegan a buen puerto. Alegría y conmoción porque Mevlude, una joven estudiante turca, comunica, en un italiano un tanto incierto, el entusiasmo por una experiencia que es verdadera escuela y verdadero trabajo, a un nivel altísimo en comparación con cualquier instituto superior de Italia, pero posible en una joven escuela profesional como es la Oliver Twist.
Conmoción también porque Laura no deja de saludar y dar las gracias, en primer lugar a la directora de la prisión, Maria Grazia Bregoli, y luego a los educadores, al cuerpo policial, a la estilista, a los alumnos y profesores de Cometa... y no consigue terminar porque rompe a llorar.
Afuera llueve, pero luce el sol, por eso en el aula magna se siente un calor tropical. Por eso y por la pasión, alegría, ternura, deseo que suceden ante los ojos de todos y que caldea el corazón. Aún existen lugares, en este país tan complicado, donde sucede el milagro de que las cosas funcionan, donde la escuela es escuela y la cárcel es cárcel, es decir, donde la primera educa y la segunda re-educa, donde cada uno pone su pequeño grano de arena para construir lo que una vez se llamó el bien común.
Ezia Molinari, directora de la Oliver Twist y teniente de alcalde de Como, mira con los ojos humedecidos este pequeño milagro. Apoyada en su muleta, con el brazo en cabestrillo a causa del ictus que sufrió hace cuatro meses, disfruta, radiante, de la enésima batalla ganada por su escuela. Tramas de libertad, tramas de bien.
Lucio Lavrans
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